Por Raúl Chamorro Mena
Madrid. 4/10/2016. Teatro Real, Concierto benéfico a favor de Sinfonía por el Perú y en celebración de sus 20 años sobre los escenarios. Obras de Rossini, Gluck, Massenet, Bizet, Offenbach, Verdi, Donizetti, Polo Campos, Chabuca Granda, Ema Elena Valdelamar, Bobby Capó y Néstor Mili. Juan Diego Flórez, tenor. Con la intervención de Marina Monzó (soprano) y Karine Deshayes (mezzosoprano). Orquesta Sinfónica de las Islas Baleares. Director: Pablo Mielgo.
La presencia de Juan Diego Flórez sobre el escenario del Teatro Real ha sido, en realidad, escasa, aunque sus numerosos recitales (sumados a los los ofrecidos en otros recintos de Madrid como Auditorio Nacional y Teatro de La Zarzuela) parezcan desmentirlo. Sólo una producción operística, ”Il barbiere di Siviglia” y tres títulos ofrecidos en forma de concierto: “Orphée et Eurydice”, “I puritani” y “Les pêcheurs de perles”, estos dos últimos, además, con prestaciones no excesivamente brillantes.
Es muy difícil encontrar en los actuales tiempos de la lírica un cantante que complete 20 años de carrera y manteniéndose en la cumbre, logrando, además, la consideración de divo cuando se aborda un catálogo muy especializado y conservando aún en repertorio la mayoría de obras de su compositor fetiche, Gioachino Rossini, papeles complicadísimos que requieren una especial adecuación estilística, frescura y flexibilidad vocal, así como dominio de la agilidad, desahogo y extensión en la franja aguda y sobreaguda. Por ello, hay que reconocer como se merece la trayectoria de Juan Diego Flórez y no digamos, la fundación por su parte en 2011 de “Sinfonía por el Perú” en la se realiza una labor impagable, a través de la música, en favor de los niños peruanos más humildes y desfavorecidos evitando con ello que caigan en las garras de la delincuencia y la marginación social.
El evento fue introducido por el Premio Nobel Mario Vargas Llosa que resaltó como corresponde esta magnífica muestra de solidaridad de su compatriota. Rossini fue el protagonista absoluto y lógico, - al celebrarse los 20 años del tenor en los escenarios -, de la primera parte del programa. Como es notorio, Juan Diego Flórez encontró su trampolín artístico al reemplazar a Bruce Ford en 1996 en el Festival Rossini de Pesaro como Corradino en la ópera “Matilde di Shabran” y por ello no es de extrañar, que a pesar de que este papel carece de arias propiamente dichas, se abriera el concierto con la salida del tenor que lleva la principal línea canora en un cuarteto. Bien es verdad que “Alma rea” encontró al peruano aún frío y un tanto apagado, por lo que resolvió las dificultades del fragmento pero sin especial brillo. “Le Comte Ory” es otro papel que ha dado muchos éxitos al tenor peruano; su dúo con la Condesa Adèle de Fourmoutiers es un buen ejemplo de la ironía y desenvoltura del personaje. Acompañó a un muy medido Flórez la jovencísima soprano valenciana Marina Monzó, de espectacular presencia escénica, timbre fresco y agudo radiante y percutiente, pero, lógicamente, aún muy verde técnicamente. En la dificultosísima primer aria de Idreno “Ah, dov’è il cimento?” de la ópera Semiramide, pieza que solía suprimirse hasta que la impuso en plena Rossini renaissance el gran tenor estadounidense Rockwell Blake, pudimos escuchar a un Flórez ya asentado y exponiendo todas sus virtudes. Emisión totalmente líberada y nítida, impecable articulación, dominio de la coloratura, legato de factura, fraseo siempre elegante y cuidado, aunque falto de un punto de contraste y variedad. Asimismo, resolvió los espinosos saltos interválicos (canto di sbalzo) que plantea el fragmento, incluidas exigentes bajadas al registro grave y mostró unos acentos más incisivos de los habituales (por ejemplo en “Io già avvampo di punir!”) En la segunda parte del aria, más virtuosística, a modo de cabaletta, solventó con esa aparente facilidad el exigente canto de coloratura (trepidantes volate y roulades), variando, como está mandado, en la segunda estrofa. Efectivamente, Flórez mantiene un envidiable registro agudo, pero ha perdido punta, squillo y penetración tímbrica en esa franja, lo que siempre compensaba la genuina justeza del volumen. El público saludó esta interpretación con la primera gran ovación de la noche.
El recitativo de Don Ramiro “Tutto è deserto” ´de La cenerentola fue un ejemplo de articulación nítida y plenamente idiomática, así como de fraseo elegante y refinado, de autentica filiación belcantista. Este momento sirve de introducción al dúo posterior con Angelina, La cenerentola, que fue interpretada por la mezzo francesa Karine Deshayes, que lució compostura en la coloratura, musicalidad y adecuación estilística, junto a problemas en el muy exigido registro grave - totalmente desguarnecido – así como un timbre y sentido del fraseo más bien genéricos.
Constituyó una apropiada guinda de la primera parte, otra de las piezas que mayor gloria han dado al tenor peruano, el aria con rondò “Cessa di più resistere” de Il barbiere di Siviglia, otra pieza que era suprimida habitualmente y que fue rescatada en la Rossini Renaissance del último tercio del siglo XX por tenores como Rockwell Blake o Willliam Matteuzzi, si bien, Cesare Valletti ya la interpretó en la grabación de estudio dirigida por Erich Leinsdorf en 1958. La seguridad y dominio con la que el peruano sigue interpretando la pieza son indudables, aunque repitió la primera parte (de cara a la grabación correspondiente del evento), al no quedar totalmente satisfecho con la misma.
En búsqueda de otros retos artísticos y mantener vivo el status de estrella operística, además de añadir nuevos alicientes a sus seguidores, Flórez ha ido ampliando su repertorio más allá del connatural de Rossini y de algún otro papel como el belliniano Elvino y algún Donizetti, que han formado parte del mismo desde un principio. La segunda parte del concierto, además de una muestra general de su repertorio francés, contenía algún ejemplo de los mismos como Werther, recientemente encarnado en París y anunciado próximamente en Bolonia y Zürich. Su interpretación de la lectura de los versos de Osián “Porquoi me revéiller” puso de manifiesto las limitaciones de su material vocal, además de una expresión más edulcorada y blanda, que ensoñadora. Evidentemente, un tenor contraltino no es la voz que corresponde al protagonista de la obra maestra de Massenet y es que los límites de una voz con un centro que ha ganado algo de consistencia pero no demasiada y los modos expresivos –falta de calor, de efusión, de fogosidad- del tenor peruano, son un obstáculo para los papeles más enjundiosos y propios de un tenor lírico pleno que ha abordado ya o pretende abordar.
Previamente al aria de Werther, Flórez interpretó una correcta “J’ai perdu mon Eurydice” con una buena dicción y dominio de la prosodia francesa. Con cierto desenfado se mostró en la descacharrante aria de Paris de la opereta La bella Helena de Offenbach en la que emitió un muy apreciable sobreagudo interpolado.
A continuación pudieron contemplarse proyecciones con algunos de los niños y profesores, así como los logros de la Fundación “Sinfonía por el Perú”. En conexión digital con Lima auspiciada por Telefónica se pudo escuchar una interpretación de la orquesta sinfónica prejuvenil de la Fundación y que la misma acompañara a Juan Diego Flórez en “La donna è mobile” de Rigoletto de Verdi, que el tenor repitió, ya que hubo algún problema de sonido en el primer intento, coronando la pieza en ambas ocasiones con un largo si natural agudo. Sin duda, resulta muy agradable y placentero ver los rostros sonrientes e ilusionados de los niños, que si no fuera por esta labor solidaria del tenor peruano, se encontrarían en una situación mucho más lamentable, quizás, desgraciadamente, en la senda del delito y de la exclusión social. Afortunadamente, ahora empuñan un instrumento musical.
No pudo tener mejor broche el programa oficial del evento que el “aria de los nueve does” de La fille du regiment de Gaetano Donizetti, en la que, ni que decir tiene, que Flórez emitió todos ellos con gran seguridad, aunque, es preciso insistir, la franja aguda y sobreaguda ha perdido algo de punta y expansión.
Tan anodina e impersonal, como correcta y profesional, la labor de la Orquesta Sinfónica de las Islas Baleares con su director titular, Pablo Mielgo, al frente, en las piezas orquestales interpretadas (Obertura de Il Barbiere, Pas de six de Guillaume Tell y Farandole de L’Arlesiana). Totalmente al servicio de los solistas en el acompañamiento.
Las propinas se desarrollaron en dos bloques. Uno, en el que el propio Flórez se acompañó a la guitarra en “Cuando llora mi guitarra” de Augusto Polo Campos, así como dos hits de Chabuca Granda: “Fina Estampa” y “La flor de la canela”, muy bellamente cantadas.
En el segundo bloque ya acompañado por la orquesta, el tenor nacido en Lima desgranó el bolero “Mucho corazón” conocido sobretodo en la versión de Luis Miguel; el mítico “Piel canela” de Bobby Capó, en el que el público, entregado, ya se sumó al solista, y una fiesta final con “Guantanamera” cantada por el público junto al tenor, y “El yerberito Moderno” que popularizara Celia Cruz, en la que sólo faltó que los espectadores unieran la danza a las palmas y el canto.
No habría estado de más alguna pieza de zarzuela, tratándose de Madrid, y de un tenor de habla hispana. Exitoso apoteósico.
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